Y mi hermana, o lo que queda de ella después de esta horrible caricatura:
No sé si podré colgar algo más hoy. Si no os veo, ¡feliz metida y sacada de año!
En el esbozo superior vi claramente la torre y el camino que descendía, y a partir de ahí creé la escena en Photoshop. Me gustaría decir que fue un speedpainting (me esfuerzo muchísimo por pintar lo más rápido posible), pero yo aún soy lento, y he tenido que dedicarle cuatro o cinco horas al color.
Una vez que tienes la idea básica en la cabeza, el resto consiste en ir moldeándola, cual escultor, añadiendo más y más detalle. Este trabajo me ha servido para probar con algunos pinceles personalizados.
Aún no sé qué voy a hacer con ésta. Supongo que le daré caña con la tinta china, salpicados y algo de trama con plumilla. En cualquier caso me falta tinta china de color (y habrá que darle algún salpicado de rojo), así que tendrá que esperar.

Sé lo que estáis pensando. Que yo ya hace tiempo que no llevo corbata. Es cierto, pero reconozco que el resto es bastante parecido a la realidad. ¡Gracias, amiguete!











Verdaderamente, ésta parece que ha estado guardada en un cajón del sótano desde los 50...
Con este probé una técnica que conocí a través de Nick Pugh: usar una fotografía para muestrear los tonos en la primera base de color. En este caso usé una fotografía tomada en un matadero para dar una primera mancha con los tonos de la piel y la sangre. Lo que más costó fue el efecto traslúcido del vientre, para lo que no encontré una buena referencia fotográfica. Al final, lo que más ideas me dio para resolverlo fue mirar fotografías de tarros de miel...
El lápiz dio paso a la tinta, y además de las novelas de Asimov, me empapé de otra gran influencia: los videojuegos. Era la época de Dinamic, míticos juegos con los que pasaba horas frente a mi Amstrad CPC 6128 con sus impresionantes 128K de RAM. Dinamic tenía muy, muy buenos ilustradores, en particular Alfonso Azpiri y Luis Royo, así que no es de extrañar que muchas naves y personajes de mis dibujos con 14 ó 15 años estén inspirados en los dibujos de estos videojuegos. Aún copiaba bastante, pero mi creatividad empezaba también a dar sus pasitos, y era capaz de inventar algunas cosas nuevas.
El cómic fue una constante en todos mis trabajos infantiles, aunque desde hace muchos años haya perdido un poco el interés por él en favor de la ilustración. Siempre he necesitado contar historias, y supongo que veía el cómic como el vehículo ideal. La siguiente página muestra ese interés por comunicar unido al ya mencionado interés por la ciencia y la naturaleza. Sería injusto olvidar lo otro que Mortadelo y Filemón me ha enseñado a lo largo de tantos años: el sentido del humor.
Por último, dos ejemplos de lo que ya he comentado: mi necesidad de crear cosas con sentido, y la obsesión por los detalles. De mi época más infantil, con 10 años, la portada del diario que editaba (y luego repartía entre mis familiares), y un juego consistente en localizar todos los objetos del dibujo, ya más mayor (14 años).

Debo tantas cosas a Mortadelo y Filemón que no sé quién sería si no hubiese devorado de niño tantos y tantos tebeos (miento: sigo haciéndolo). Cuando aún no sabía leer, miraba las viñetas y me partía de risa. Aprendí a leer, y a escribir, y a dibujar, con Mortadelo y Filemón como campo de pruebas. Y no es extraño, pues, que en mis dibujos infantiles la genial pareja estuviese siempre presente. En el colegio los profesores me regañaban porque, fuera cual fuera la temática encargada en clase de dibujo, siempre convertía mi trabajo en una viñeta de Mortadelo y Filemón. Los dibujos de arriba están fechados en el 86-87, así que yo tenía entre 8 y 9 años.
Mi afán creativo no se detenía en los dibujos. Me recuerdo obsesionado por hacer cosas que tuvieran sentido, y dibujaba páginas con pasatiempos incrustados, como si fuera una revista publicada. También recuerdo que por aquella época entré en contacto con otra gran influencia en mi vida: Dungeons & Dragons, o, por extensión, el género de Espada y Brujería. El dibujo del dragón (copiado de la ilustración de Larry Elmore para la portada de la famosa caja roja de la primera edición de D&D) debió ser mi primera incursión en la fantasía heroica, quizá con 7 u 8 años.
La otra cosa que, de forma nada sorprendente, influyó en mi vida fue la ciencia. Los dinosaurios, los animales, la anatomía y la astronomía también me fascinaban, y mis dibujos con 8-9 años así lo atestiguan. Posteriormente este interés me llevaría hacia la ciencia-ficción, donde tecnología y fantasía se dan la mano.